sábado, 30 de noviembre de 2013

LA MAGIA DEL ORYX 10


CAPÍTULO 10
 
 
Un fénix, rojo y dorado, surcaba el cielo cuando los dos hermanos llegaron al pie del volcán Detei. En la ladera descubrieron una caverna que se adentraba en las profundidades de la montaña y, al penetrar en ella, se encontraron con un estrecho sendero que bordeaba un río de magma. Artus y Nyx caminaron con cuidado viendo, de vez en cuando, las hermosas salamandras amarillas y negras que chapoteaban en la ardiente lava, inmunes al terrible calor.
Después de aproximadamente una hora de caminata, la angosta senda, desembocó en una gigantesca cámara y el río de lava se convirtió en un burbujeante lago. Un dragón rojo de proporciones enormes, se alzaba en medio de éste, lanzando nubes de humo con su abrasador aliento y agitando las alas como si estuviera tomando un refrescante baño.
—¿No deberíamos dar media vuelta y echar a correr? —preguntó Nyx asustado.
—No te preocupes. Déjame hablar a mí y todo saldrá bien —respondió Artus dando un paso adelante.
El dragón volvió la cabeza hacia ellos, inclinándose un poco para verlos mejor.
—¡Vaya! Una visita después de tanto tiempo —exclamó exhalando una columna de humo—. Es un placer recibir en mi morada a tan valientes personajes.
—¿Por qué dices eso? Tú no comes humanos, ¿verdad? —inquirió Nyx ansioso.
—Bueno…, ahora que lo dices, no está mal comer humanos de vez en cuando. Tienen poca sustancia pero sirven para abrir el apetito. —El dragón apoyó la cabeza sobre sus zarpas y sonrió con dulzura al muchacho que retrocedió asustado.
—Ejem… Si es posible, me gustaría que dejaras las bromas y hablásemos de algo muy importante —dijo el mago.
—¿Y quién está bromeando? —Ígneo alzó la cabeza y luego se recostó cómodamente en el lago de fuego—. Está bien, mago. Dime qué es eso tan importante.
Artus se acercó un poco más al magnífico animal y le contó la visita del adepto de la Reina de los Seis Brazos y su exigencia.
—Por eso necesito que me prestes el Oryx Negro. Es la única forma de convencerlos de que estoy dispuesto a cumplir sus órdenes y, cuando estén más  confiados descargaré mi golpe sobre ellos. Me aseguraré de que jamás volverán a molestarme.
—Pero el Oryx Negro es demasiado peligroso. No puedo permitir que te lo lleves, tú mismo podrías caer en la tentación de utilizarlo —repuso el dragón.
—No, yo jamás haría eso —protestó el hechicero.
—Espera, no te apresures tanto en hablar.
Ígneo se aproximó a una hornacina de la pared y les mostró el Oryx Negro. Tenía la forma del antílope que llevaba su nombre, con su cuerpo esbelto y sus cuernos largos y rectos, lanzando destellos oscuros llenos de poder.
—En un principio, el Oryx era de ópalo transparente, en cuyo interior podían verse reflejados todos los colores del arco iris, pero la avaricia de los hombres lo corrompió y se tornó tan negro como el azabache. Su poder consiste en leer los deseos más recónditos del corazón y hacerlos realidad. —El dragón miró fijamente a Artus—. ¿Aún te sientes capaz de hacer frente a la tentación?
—Es preciso que lo haga —respondió el mago en voz baja.
—No, no es preciso. —Ígneo se acercó a Nyx—. Te lo entrego a ti. Sólo la inocencia puede salvaguardar de su poder.
El dragón lo depositó suavemente en las manos del niño.
—Pero yo… —vaciló Nyx.
—Guárdalo, pero no dejes que nadie lo toque, ni siquiera tu hermano.
El dragón rojo observó cómo el muchacho guardaba cuidadosamente el poderoso objeto en su bolsa de cuero y luego sonrió.
—Bueno, ahora tú debes darme algo a cambio de lo que yo te he dado.
—No tengo oro ni nada valioso —dijo Nyx consternado.
—Hace mucho tiempo que estoy aquí solo y aburrido. Me conformaré con una historia.
—¿Una historia? Pero… —Nyx pensó un momento—. Está bien, escucha.
El muchacho se sentó sobre una roca mientras Ígneo se repanchingaba aún más entre la lava y Artus, apoyado en la pared, sonreía divertido.
—Hace ya muchos años, vivía un dragón muy grande y poderoso, pero muy malvado, que se comía a todo aquél que se cruzaba en su camino —comenzó Nyx su relato mirando a Ígneo de reojo—. Un día se encontró con un elfo y, como hacía siempre, se lo comió de un bocado. Sin embargo, antes de que llegara a tragarlo, el elfo se agarró a la campanilla del dragón  y por más que éste sacudió la cabeza para que cayera por la garganta hasta el estómago, no se soltó. <<Dragón, si no me liberas te heriré con mi daga>>, dijo el elfo. El poderoso dragón intentó hacerle caer una vez más, pero no lo consiguió. <<Muy bien, abriré la boca y podrás escapar>>. Pero el elfo no se fiaba de él. <<No, cuando intente salir, tú cerrarás la boca y me aplastarás con tus dientes. Tengo una idea mejor, dirígete al sur hasta que encuentres un bosquecillo de robles>>. El dragón hizo lo que le decía el elfo y cuando llegó allí se detuvo en medio de los árboles que parecían cubiertos por enormes orugas amarillas. Estaban en primavera y lo que semejaban orugas, eran en realidad, los amentos repletos de polen. <<Ya estoy aquí, ¿y ahora qué?>> preguntó impaciente el dragón. <<Enseguida lo verás>>. La brisa comenzó a correr y pronto se formó una nube de polen que se introdujo en la nariz del dragón, haciéndole tantas cosquillas que no pudo dejar de lanzar un formidable estornudo. El elfo salió despedido a toda velocidad y cayó sobre la suave hierba ileso, a mucha distancia del bosquecillo. Y el dragón, a partir de ese día, se aseguró de masticar muy bien la comida antes de tragársela.
Ígneo soltó una sonora carcajada.
—¿Ha sido una indirecta por lo que dije de hacerme un aperitivo de humanos?
—No —le aseguró Nyx sonriendo—. Es un cuento que solía contarme mi madre cuando comía demasiado deprisa.
—Me ha divertido mucho tu historia. Podéis marcharos.
Los dos hermanos comenzaron a alejarse del dragón pero antes de que se perdieran de vista, éste agitó sus alas llamando su atención.
—¡Buena suerte! —les gritó—. Y no olvidéis devolverme el Oryx.
Artus y Nyx tomaron de nuevo la senda hasta abandonar el interior del volcán y continuaron caminando durante mucho tiempo antes de volver a mirar hacia atrás para contemplar, en la lejanía, la diminuta forma cónica de la montaña de fuego.
—¿No crees que será mejor que tú lleves esto? —dijo Nyx señalando su bolsa.
—No —respondió su hermano—. Ígneo te lo entregó a ti y debes cumplir fielmente sus instrucciones.
—Pero es que tengo miedo de romperlo o perderlo.
—No te preocupes —sonrió el mago—. No sucederá nada de eso, ya lo verás. Y ahora será mejor que vayamos a Rincia para reunirnos con Lior.
Casi había anochecido cuando llegaron a la ciudad, después de un viaje de varios días, y se alojaron en la posada de Los Monteros que era la que habían acordado con Lior. Allí esperaron durante tres días, hasta que por fin, apareció su amigo esbozando una amplia sonrisa.
—¡Vaya! Así que estáis aquí —exclamó.
Luego se aproximó a ellos y comenzó a caminar a su alrededor, observándolos atentamente.
—No, no estáis chamuscados. Pensé que Ígneo haría un par de pinchos morunos con vosotros dos —rió el rubio mago con guasa.
—Como puedes ver, eso no ha sucedido. —Le sonrió a su vez Artus—. Deberías tener más confianza en mi probada elocuencia.
—¡Ja! Querrás decir en la mía —intervino Nyx—. Gracias a mi historia conseguimos el Oryx.
—Tienes razón —admitió Artus riendo y los otros dos se unieron a sus carcajadas, felices por haberse reunido de nuevo.
Después se sentaron en una mesa y encargaron la cena.
—Lior, ¿qué has averiguado de la secta? —preguntó Artus.
—Los he vigilado durante todo este tiempo y he comprobado que se está reuniendo un gran número de adeptos en el templo de Complun.
—Deben tener espías siguiéndonos y habrán averiguado que hemos conseguido el Oryx. Debemos llegar a Complun lo antes posible.


4 comentarios:

  1. Hola, Minu
    Muchas gracias por deleitarnos con otro capítulo más de estos lindos y divertidos hermanos. Me ha gustado mucho y ese dragón me ha parecido encantador, nada fiero, jajajjaja.
    Besosss

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  2. Gracias a ti por comentar, Ross. Y es verdad que Ígneo es bastante pacífico por suerte para los hermanos, jajaja. Besoss.

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  3. Hola, Minu. Temía que el dragón les pusiera las cosas difíciles a los chicos, me alegra ver que por una vez las palabras han sido tan eficaces como cualquier hechizo.
    Suena peligroso lo de la reunión de adeptos, seguro que los próximos capis van a ser de lo más moviditos para los magos ;-P
    Gracias por el capi, me ha gustado mucho.
    Besos

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    1. Hola, Ana. Se me había olvidado venir a responder, como miro los comentarios desde el correo. Perdona y muchas gracias por comentar. Ya solo queda un capítulo y el epílogo, así que enseguida verás cómo se resuelve todo. Besoss.

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