jueves, 26 de septiembre de 2013

LA MAGIA DEL ORYX 8

 
 
CAPÍTULO 8
 
Artus y Nyx se dirigieron al último templete en el desierto de Kalima, pero antes tendrían que atravesar los peligrosos pantanos de mangles.
Estos pantanos tenían una extensión enorme y estaban poblados por criaturas de todas las especies; el canto de infinidad de una infinidad de aves se mezclaba con el agudo chillido de los diminutos monos verdes y con los gruñidos de animales desconocidos.
Nada más penetrar en los pantanos, Artus y Nyx sintieron un calor sofocante, lo que unido a la excesiva humedad, hizo que los dos hermanos enseguida estuviesen empapados de sudor y que tuvieran que avanzar lentamente, debido a ello y a la nube de mosquitos que apenas les dejaba respirar.
Por la noche hicieron un fuego con ramas verdes, para que el humo espantara a los insectos y comieron con desgana un poco de carne seca con pan negro. Luego, se tumbaron intentando dormir a pesar el ambiente, todavía caluroso, y de los sonidos de las criaturas que poblaban la noche.
A Artus le pareció que acababa de cerrar los ojos cuando oyó un ruido cerca del campamento, se incorporó despacio y en la oscuridad distinguió una figura parecida a un caballo pero de aspecto fantasmal. Los cascos terminaban en puntas afiladas y la boca mostraba unos colmillos enormes que ningún caballo poseía.
—Un kelpie —susurró el mago para sí. Sacudió a su hermano y le arrastró para alejarle del monstruoso animal.
—¡Aléjate de aquí! —Le empujó con fuerza.
Nyx miró al kelpie y luego a su hermano mayor dudando un momento, después echó a correr pero se detuvo un poco más allá, escondiéndose entre el exuberante follaje y mirando inquieto hacia el campamento donde Artus hacía frente a su temible adversario.
Nyx trató de pensar en algún conjuro con el que poder ayudar a su hermano pero enseguida renunció. Nunca se había preocupado por aprender magia y si intentaba pronunciar cualquier hechizo, sólo conseguiría poner en mayor peligro a Artus.
El mago lanzó un rayo contra el monstruoso corcel pero éste era demasiado rápido y lo esquivó al tiempo que propinaba una dentellada a Artus en el brazo.
Nyx vio horrorizado cómo su hermano empezaba a sangrar mientras retrocedía, intentado protegerse de las relampagueantes embestidas de su enemigo. Luego, el hechicero se concentró y pronunció un poderoso conjuro que hizo que el kelpie se tambaleara un momento; sin embargo, enseguida se recuperó, era una bestia resistente y muy difícil de vencer.
Otra vez, Artus invocó  un encantamiento y esta vez, el animal rugió de dolor, dudó un segundo y luego se dio la vuelta y se alejó lentamente, ya que a pesar de su poder, el kelpie prefería atacar a sus víctimas cuando éstas estaban desprevenidas.
—¡Estás herido! —Nyx corrió hacia su hermano y se abrazó a él llorando.
—No es nada, no te preocupes.
—Pero yo no te he ayudado —sollozó Nyx—, me he escondido y te he dejado solo.
—No, Nyx, no llores. —Le acarició la cabeza con dulzura—. Has hecho lo que te dije y yo he podido concentrarme en la lucha, sabiendo que tú estabas a salvo.
El niño se secó las lágrimas con la mano dejando un rastro de suciedad en las enrojecidas mejillas.
—Si yo hubiera sabido algo más de magia, habría podido ayudarte. Te prometo que a partir de ahora estudiaré más.
Artus sonrió y le limpió la cara con un pañuelo.
—Espero que eso sea verdad, aunque creo que muy pronto te olvidarás de tu promesa. —Le besó cariñosamente—. Anda, vamos a dormir, el kelpie no volverá a atacar esta noche.
—Sí, pero primero déjame que te cure el brazo. —Nyx buscó en su bolsa hasta encontrar un pedazo de tela limpia, con el que vendar la herida de su hermano y éste se dejó curar sonriendo.
—Gracias, Nyx. Me has curado muy bien. —Le estrechó entre sus brazos—. Ahora no te preocupes más y a dormir.
 
El sol brillaba débilmente entre negros nubarrones cuando, tras cuatro días de agotadora marcha, lograron salir del sofocante pantano de mangles. A lo lejos divisaron los negros tejados de un pequeño poblado y se encaminaron hacia allí para proveerse de comida y para buscar resguardo ante la inminente tormenta.
—¿Qué pueblo es ése? —preguntó Nyx que ya había recuperado su despreocupación habitual.
—Creo que es Nolite, un pueblo de pastores que elaboran un queso exquisito.
Al entrar en el pueblo, un tumulto en la plaza les llamó la atención y se acercaron. Un pegaso negro como la noche y de crines y cola largas y espesas, se debatía atrapado por una resistente red, mientras siete hombres trataban de dominarlo.
—¡Soltadlo! —gritó Artus mirando al poderoso animal.
—¿Quién te crees que eres para darnos órdenes? —le espetó uno de los individuos que sujetaban la red.
—Lárgate y déjanos en paz —gritó otro.
—He dicho que lo soltéis —repitió el mago tranquilamente y pronunció un conjuro.
La red desapareció y el pegaso arremetió contra sus captores y galopó por las calles del pueblo, moviendo las negras alas para alzarse por encima de los tejados.
Enseguida se perdió de vista en el oscuro cielo y los aldeanos se volvieron hacia su salvador con miradas de furia, aunque después de su demostración de poder, ninguno se atrevió a decir nada.
—Vámonos de aquí. —Artus pasó su brazo por encima de los hombros de Nyx—. No creo que nadie quiera vendernos su delicioso queso.
Apenas se habían alejado del pueblo, cuando oyeron que alguien les llamaba. Se trataba de un muchacho, algo mayor que Nyx, que corría con todas sus fuerzas para alcanzarlos.
—No os vayáis —jadeó, luego respiró profundamente y miró a Artus—, quiero darte las gracias por liberar al pegaso.
—Un animal tan magnífico merecía ser libre. —Sonrió éste—. Nadie tiene derecho a poseerlo.
—Es verdad, mi padre siempre decía que nadie ha podido jamás montar sobre un pegaso.
El joven oyó los lejanos truenos y les sonrió.
—Venid conmigo a mi casa y quedaos hasta que pase la tormenta. Podréis conocer a mi madre y probar su famoso guiso de cerdo con patatas.
Al escuchar esto, Nyx se acercó al muchacho, dispuesto a seguirlo hasta el fin del mundo si fuera preciso y Artus no tuvo más remedio que acompañarlos.
Se acercaron a una casita de ladrillos rojos y vieron a una alta mujer, vestida de verde y blanco, que se apresuraba a recoger las sábanas extendidas sobre la espesa hierba.
—Mamá, he traído invitados. Han salvado al pegaso.
—Dos hombres tan apuestos como vosotros siempre serán bienvenidos a mi casa. —Les miró la mujer con una pícara sonrisa—. Me llamo Laira y seguro que mi hijo no se ha presentado, se llama Torim.
—Soy Artus. —Tendió su mano para estrechar la de Laira—, y él es Nyx, mi hermano.
—Vamos, entrad en casa, está a punto de llover.
Torim no había exagerado al alabar las dotes de cocinera de su madre y Artus y Nyx disfrutaron de una sabrosa comida. Después, los dos muchachos salieron al porche para observar los relámpagos que iluminaban el cielo y Laira y Artus recogieron la mesa y se pusieron a lavar los platos.
—¿Así que salvasteis al pegaso? Me alegro mucho. A mi marido le fascinaban, siempre que veía a uno surcar majestuoso el cielo, no podía evitar pararse a contemplarlo hasta que se perdía de vista.
—Son criaturas muy hermosas.
—Sí, lo son, pero no debes culpar a los pastores por haberlo capturado. Sólo intentan sacar adelante a sus familias… aunque no hubieran conseguido nada el pegaso.
—¿Tan mal están las cosas por aquí?
—Sí, hace algo menos de un mes, se presentó en el pueblo un basilisco y aunque conseguimos ahuyentarlo con ruda (ya sabes que no la soportan), acabó con casi todas nuestras ovejas. Por eso, mi marido y otros ocho pastores fueron al mercado de Feiral a comprar más ganado, pero al regresar tropezaron con una partida de malhechores que les robaron las ovejas y mataron a todos, excepto al hijo de mi prima que, aunque herido, consiguió escapar. Y ahora nos hemos quedado sin maridos, sin ganado y sin el dinero que habíamos conseguido ahorrar.
—Lo siento mucho —dijo Artus apenado.
—Bueno, la vida es dura en todas partes —suspiró Laira—. Nos las arreglaremos para salir adelante.
Artus buscó en su bolsa y le entregó a Laira varias monedas de oro.
—No te he contado eso buscando caridad. —Intentó devolvérselas—. Os he acogido en mi casa porque he querido y en recuerdo de mi esposo.
—No es caridad, quiero comprar algo de comida con ello.
—Pero esto es más… —empezó la mujer vacilando.
—Tu talento como cocinera no tiene precio. —Artus cerró los dedos de Laira sobre las monedas con firmeza.
Tras la tormenta, se alejaron de la casita roja, cargados de víveres pero con un Nyx apenado por haber tenido que despedirse de tan magnífica cocinera.
—Lo que dijo Torim de que nadie había podido montar jamás en un pegaso, no es cierto —dijo de pronto Artus y enarcó una ceja—. Lior y yo volamos sobre un hermoso pegaso en una ocasión.
—Te lo estás inventando —rió Nyx.
—Nada de eso. Es una larga historia, pero te la contaré si quieres. —Le miró de reojo con media sonrisa.
—¡Claro que quiero! —exclamó al instante el chiquillo.
—Bueno, así pasaremos el rato. —El mago se aclaró la garganta y apoyó una mano en el hombro de su hermano—. Hace algún tiempo, Lior y yo regresábamos a casa después de una frustrante aventura, (otro día te la contaré) cuando nos metimos en la guarida de un dragón sin darnos cuenta, ya que estaba al final de una escarpada garganta sin salida.
>>En cuanto nos percatamos del lugar en el que nos encontrábamos, empezamos a correr en dirección contraria pero oímos al dragón que se aproximaba, así que volvimos sobre nuestros pasos y nos escondimos detrás de una enorme roca.
>>En ese momento, nos fijamos en un pegaso que estaba paralizado bajo el hechizo del dragón, el cual seguramente, lo había reservado para la cena. Era un ejemplar espléndido, rojo como el sol del atardecer y con la cola tan larga que la arrastraba por el suelo. Lior y yo, después de varios intentos, logramos romper el conjuro y el pegaso quedó libre, pero el dragón estaba cada vez más cerca y no teníamos forma de huir.
>>Estábamos desesperados, pero entonces, el pegaso nos rozó con la cabeza y extendió las alas, enseguida comprendimos que quería que montásemos sobre él y claro, lo hicimos de un salto. El animal batió las alas y se elevó por entre las angostas paredes hasta alcanzar el cielo abierto y en un momento, estuvimos a muchos días de viaje de allí.
—Debió ser maravilloso —dijo Nyx que había escuchado la historia fascinado.
—Fue lo más emocionante que me ha ocurrido nunca —asintió Artus sonriendo al ver la cara de su hermano.
—¡Cómo me gustaría volar sobre un pegaso!
—Bueno, por lo menos has cabalgado sobre un unicornio. —Le consoló el mago.
—Yo creía que los dragones no comían humanos —le preguntó de pronto Nyx.
—Algunos son amistosos con los hombres. Pero otros no dudarían ni un instante en devorarte —respondió Artus haciendo una mueca—. Son tan diferentes entre sí como nosotros.
—Entonces, creo que será mejor no acercarse a ninguno.
—Eso creo yo también —rió el mago.


10 comentarios:

  1. Hola, Minu.

    Ya echaba de menos a este par de dos, jajajaja. Ha estado interesante el capítulo y sí, tenías razón en este es Artus el que sale lástimado, aunque esta vez la aventura ha sido más relajada, con menos peligros, pero aún así interesante.
    Gracias por compartir.
    Besosss

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    1. Hola, Ross, gracias por pasarte y comentar. Ya queda poquito, a ver si en estos días subo otro capítulo. Besoss.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    1. Hola, Billy:
      Me alegro de que te siga gustando la historia capítulo tras capítulo. Y también Artus es mi hombre ideal, caballeroso, amable, heróico, paciente y encima mago como postre así será capaz de cumplir todos mis deseos, jajaja. Besoss.

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  3. Hola Minu! Uf me gustaria ver todas esas creaturas magicas, los monos verdes!!! *-*
    Los hermanos me recuerdan a los winchester niños, siempre cuidandose mucho!
    Me esta gustando mucho!

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    1. Gracias, Saito, a mí también me gustaría ver todas esas criaturas fantásticas, aunque las veo en mi imaginación, claro. Besoss.

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  4. Gracias Minu, me gustaaaaa besos miless

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    1. Hola, Cinta. Me alegro mucho de verte por aquí y de que te haya gustado la historia. Y muchas gracias por comentar. Besosss.

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  5. Hola, Minu. Probablemente ya te lo he dicho en otros capítulos, me gusta mucho como describes la relación de los hermanos, es fácil imaginarlos pinchándose el uno al otro y luego reaccionar con tanta ternura como en este capi.
    Creo que el pegaso es por ahora mi criatura favorita de la historia. ¡Yo también quiero volar sobre uno! ;-p
    Gracias por el capi.
    Besos

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    1. Jajaja, también me gustaría a mí volar sobre un pegaso, me parece más seguro que el avión. Besoss.

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