miércoles, 31 de julio de 2013

LA MAGIA DEL ORYX 5



CAPÍTULO 5
 
Antes de partir, Artus tomó a su hermano por los hombros e hizo que le mirara a los ojos.
—Prométeme que no volverás a desobedecerme ¡nunca! —le dijo con el rostro muy serio y apretándole con fuerza los hombros.
—Te lo prometo. —Bajó la cabeza avergonzado.
—Espero que sea cierto. —Artus se la levantó, sujetándole de la barbilla. Su rostro volvió a estar iluminado por su amplia sonrisa y Nyx sonrió a su vez, tranquilizado.
—Ahora será mejor que nos pongamos en marcha, falta un largo trayecto hasta el próximo templete, en los acantilados del mar Surimi.
Al día siguiente llegaron a Turinia y se alojaron en la posada de La Zorra y la Liebre.
—¡Muchacho! —llamó Artus al mozo que servía las mesas—. Trae vino para mí y leche para él.
—¿Por qué no puedo tomar vino? —protestó Nyx—. Ya soy mayor.
—El vino retrasa el crecimiento y la leche todo lo contrario —insinuó Artus con una ligera sonrisa.
—Beberé leche —dijo de inmediato Nyx. Luego miró a Artus—. Gracias, sapientísimo hermano. —Se inclinó haciendo una complicada reverencia.
—¿Quieres estarte quieto? —rió el mago—. Nos mira todo el mundo.
Nyx se encogió de hombros.
—No me importa que me miren, quizá pueda ganarme la vida de actor teatral.
—Más bien de bufón, diría yo —le corrigió Artus guiñando un ojo y bebiéndose el vino.
—Venga, vámonos a nuestra habitación —dijo después de un rato—, quiero consultar un hechizo en el libro de magia.
Enseguida Artus se ensimismó en su libro, mientras Nyx paseaba aburrido por la habitación. Por fin, se detuvo frente a su hermano y éste alzó la vista reacio.
—¿Puedo ir a dar una vuelta por la ciudad? —le preguntó con ojos suplicantes—. Volveré enseguida.
—Está bien —accedió Artus deseando volver a su lectura—, pero no tardes mucho.
Nyx paseó por la ciudad, observando todo con curiosidad; pocas veces había viajado lejos de su casa y cualquier cosa le llamaba la atención. Recorrió el mercado de frutas y verduras, oyendo a los vendedores vocear sus productos, luego se acercó al barrio de los artesanos y observó interesado cómo trabajaba un platero sentado delante de su casa; pero después de un rato decidió regresar, para no enfadar a Artus.
Estaba ya cerca de la posada cuando sintió que le sujetaban por detrás y le introducían un trapo en la boca, después todo se oscureció cuando le metieron en una especie de saco de color negro.
Artus terminó de leer el libro y esperó un rato en la habitación, luego comenzó a impacientarse y bajó al comedor a esperar a su hermano. Pronto oscureció del todo y Artus empezó a preocuparse; salió a la calle y buscó al chiquillo por los alrededores en vano, deteniendo a varias personas para preguntar por él.
—¿Ha visto a un muchacho delgado, no muy alto, de cabello castaño rojizo? —preguntó a un individuo escuálido, de pelo largo y grasiento y con una cicatriz en la mejilla.
—No he visto a nadie —respondió siguiendo su camino.
Artus siguió buscando y al pasar junto a un oscuro callejón, oyó que alguien lo llamaba.
—Yo sé qué ha pasado con el muchacho —susurró una voz que Artus reconoció como la del tipo escuálido al que había preguntado antes—. Dame una pieza de oro y te lo diré.
El hechicero sacó la moneda y la lanzó en dirección a la voz.
—Ahora habla —le conminó con voz acerada.
—Lo apresaron los buscadores de esclavos de la reina Albana —volvió a susurrar mientras se daba la vuelta y salía corriendo.
Artus se quedó inmóvil por un momento, pero luego caminó decidido hacia las afueras de la ciudad, ahora sabía hacia dónde dirigirse. El palacio de la reina Albana estaba hacia el oeste y hacia allí se encaminaba lentamente la caravana de esclavos.
El mago invocó un hechizo de rastreo y se dirigió a toda velocidad en pos de la caravana. Tres días después, la localizó a lo lejos; habría una veintena de esclavos encadenados por el cuello mediante pesadas argollas de hierro y diez vigilantes provistos de mazas de púas y pequeñas ballestas.
Artus esperó al anochecer, cuando la caravana se detuvo y los guardianes se sentaron a cenar tranquilamente alrededor del fuego. Entonces, se materializó y antes de que  pudieran coger sus armas, quedaron paralizados. Totalmente inmóviles, contemplaron cómo Artus destruía sus armas una por una y hacía huir a los dromedarios que montaban.
Con un nuevo hechizo, liberó a los esclavos, los cuales huyeron espantados en la noche, excepto Nyx que se quedó mirando a su hermano con la boca abierta. Artus se acercó a él con el ceño fruncido, examinándole para ver si había sufrido algún daño.
—¿Es que no puedo dejarte solo ni un instante? —le regañó intentando disimular la emoción que sentía  al verlo a salvo.
—¡No ha sido culpa mía! —exclamó Nyx indignado—. Ya volvía a la posada cuando, de repente, me metieron en un saco. ¿Qué querías que hiciera? —Le miró enfadado.
—Está bien, está bien —le apaciguó el mago—. Venga, volvamos.
—¿Tienes algo de comer? —preguntó ansioso su hermano—. Apenas nos han dado nada.
Artus sacó pan y queso y se lo entregó  a Nyx que se sentó sobre una roca y empezó a comer con voracidad.
—Es muy extraño que todos los esclavos fueran hombres jóvenes. No había ancianos ni mujeres. —Nyx le miró inquisitivamente—. ¿Para qué querrá esa reina a tantos jóvenes?
—Quizá quiera formar un harén —sonrió Artus—. Aunque tú eres demasiado joven, incluso para esa reina loca —añadió mirándole maliciosamente y riendo a carcajadas cuando vio que el rubor cubría el rostro de su hermano.
—¡Vámonos de una vez! —Nyx le dio la espalda muerto de vergüenza, mientras Artus le seguía riendo todavía.
A la mañana siguiente emprendieron el camino y en pocas horas divisaron un bosque de árboles completamente negros.
—¿Qué clase de árboles son? Nunca había visto ninguno parecido —le preguntó Nyx a su hermano.
—Aloses, son mágicos —respondió Artus. Luego miró fijamente al muchacho—. No te separes de mí. ¿Entendido?
—De acuerdo.
—Es un bosque mágico y muy peligroso —le explicó Artus—. Lo llaman el bosque de las almas perdidas porque una vez que entras en él, es imposible encontrar la salida.
—Entonces, ¿cómo vamos a salir nosotros? —se inquietó su hermano.
Artus alzó una ceja.
—¡Qué poca fe! —le reprochó—. Tengo un hechizo especial para estos casos.
—¿Es complicado? —se interesó Nyx.
—Mucho —confirmó Artus haciendo un dramático gesto—. Pero tendrás que esperar hasta que anochezca.
Tomó a su hermano de la mano y penetraron en el oscuro bosque. Caminaron dificultosamente entre los troncos de los altos árboles que parecían cambiar de posición a cada instante hasta que, por fin, empezó a declinar el día y Artus se detuvo junto a un retorcido tronco.
—¿Vas a hacer ahora el conjuro? —le preguntó Nyx con los ojos brillantes de expectación.
—Sí —Artus se acercó a su hermano. <<Pero tú no lo vas a ver>>. Le pasó una mano por la frente y Nyx se durmió al momento. El mago le sujetó antes de que cayera y le depositó suavemente en el suelo.
Después se volvió y lanzó el sortilegio; la tierra tembló un momento abriendo una grieta en el suelo, de la cual comenzó a salir una descarnada mano, seguida de un cuerpo medio descompuesto.
—¿Por qué interrumpes el plácido sueño de los muertos? —preguntó la criatura con voz profunda.
—Señala el camino para atravesar el bosque —le ordenó Artus con firmeza.
—Yo no sirvo a nadie —replicó el espectro acercándose más al mago.
—A mí sí me servirás —respondió Artus luchando para doblegar la voluntad del muerto con la suya.
De pronto, el espectro miró hacia donde Nyx permanecía dormido.
—Dame al muchacho y lo haré —le ofreció dando paso hacia su hermano. Rápidamente, Artus se interpuso.
—Haz lo que te he dicho si no quieres vagar eternamente por el bosque —le amenazó el mago con los ojos ardiendo.
La espectral criatura retrocedió intentando nuevamente imponer su voluntad, pero Artus era mucho más fuerte y finalmente, el muerto viviente señaló un camino entre el espeso bosque y en el suelo apareció un brillo verdoso que marcaba el trayecto. Luego, el muerto volvió a girarse hacia Nyx.
—Déjame acercarme para que pueda sentir su juventud, sus ansias de vivir —le pidió al mago. Éste asintió y el muerto se inclinó sobre el cuerpo dormido de su hermano, alargó una mano hacia su rostro pero un escudo de fuerza le impidió seguir avanzando y Artus volvió a interponerse entre los dos.
—Vuelve a descansar en tu tumba —le ordenó al cadáver y éste se hundió en las profundidades de la tierra.
Artus suspiró aliviado, no le gustaba demasiado la nigromancia. Los muertos siempre trataban de hacer su voluntad y tenía que concentrarse completamente para que la situación no se le fuera de las manos. Se acercó a su hermano y le despertó.
—Tenemos que irnos —le dijo levantándole de un tirón.
—Pero si no he visto ningún hechizo. —Le miró sorprendido Nyx.
—Bueno, es que te quedaste dormido —sonrió Artus con fingida inocencia.
—¿Qué? —Se asombró su hermano—. Pero si no tenía nada de sueño.
—Tu falta de interés por la magia me entristece profundamente —dijo Artus con total desfachatez.
—Pero… pero… —tartamudeó Nyx.
—Venga, que se hace tarde —le interrumpió el mago, dándole la espalda y caminando dignamente.


6 comentarios:

  1. Hola, Minu.
    Wow!!! Qué capítulo más emocionante!!!
    Artus me sorprende mucho, es un personaje fascinante, no sé cómo consigue mantener la calma y el absoluto dominio de la situación pase lo que pase, es el complemento perfecto para la frescura, ternura y jovialidad de su hermano pequeño.
    Me alegra que lo del secuestro se resolviera pronto, este Nyx me va a sacar canas como siga metiéndose en líos, jejeje
    Me ha gustado mucho el capítulo.
    Gracias por compartirlo.
    Besos

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    1. Hola, Ana. Pues Nyx va a seguir metiéndose en muchos más líos, jajaja, menos mal que pronto se encontrarán con alguien que va a echarle una mano a Artus para vigilarlo.

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  2. Hola Minu.
    Me ha encantado el capítulo, ha estado muy bien. Ay que ver mas le vale a Nyx no despegarse del lado de su hermano, porque paso que da, problemas que se busca, jajajajaja.
    Y coincido con Ana en lo referente a como Artus se mantiene constantemente en calma y control de la situación.
    Muchas gracias por compartirlo y a la espera de la siguiente aventura de estos dos.
    Besosss

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    1. Hola, Ross. Sí, Artus tiene la paciencia del Santo Job, jajaja. Pero bueno, para eso están los hermanos mayores.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Hola, Billy: Sí, es una fábula de Esopo. Y pronto sabrás más del Oryx Negro, porque ya estamos casi por la mitad de la novela. Besoss.

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