Camino por un sendero helado, a cada paso que doy la piel de mis
pies desnudos se queda pegada al hielo y he de rasgarla para continuar mi
camino. Mi cuerpo, cubierto de harapos, tiembla con tanta violencia que parece
como si todos los huesos se me fueran a quebrar.
A pesar de todo
sigo adelante hasta que el frío se convierte en calor sofocante y el camino, en
ardiente polvo que abrasa las plantas peladas. Apenas consigo que un soplo de
aire polvoriento penetre en mis pulmones, mientras el sudor chorrea por cada
poro de mi piel. Tengo la lengua hinchada y una sed implacable me invade. No
creo que pueda soportarlo, voy a sucumbir; pero no es así y continúo caminando
hasta el siguiente recodo del camino.
Aquí, está rodeado
de zarzas y ortigas y el suelo, erizado de espinas que se me clavan en los pies
y se quiebran dentro de la carne. Un dolor lacerante recorre mi cuerpo, pero
debo seguir caminando por este sendero sin fin durante toda la eternidad. No
hay marcha atrás, ni vale de nada el arrepentimiento en el infierno.
Sin embargo, algo
es distinto esta vez, distingo una silueta a lo lejos. Es un ángel sombrío que
me hace señas para que me acerque. ¿Será otra trampa de este lugar terrible o
quizá…
El ángel me ofrece
una segunda oportunidad si soy capaz de realizar un acto generoso y acepto al
instante. No voy a cometer los mismos errores, esta vez seré un hombre
completamente diferente al que fui.
Abro los ojos y
estoy de nuevo en la Tierra. Otra vez soy libre; ahora puedo ir a donde quiera,
pisar la blanda hierba de los prados y aspirar su dulce fragancia. Me tumbo en
la tierra para deleitarme contemplando ese cielo tan azul, pero un ruido me distrae.
Se trata de un gatito herido y me acerco a él.
He tenido que matarlo para que no sufriera y he aprovechado su
piel para hacerme un gorro porque al anochecer refrescará.
En mi deambular he
tropezado con una pequeña granja y sus dueños me han acogido amablemente.
Después de cenar, se han ido a dormir y yo he cogido todo cuanto he encontrado
de valor y me he marchado silenciosamente. Necesitaba esas cosas, sin embargo,
he actuado así por su bien. No es bueno que sean tan confiados, pues la próxima
vez podrían dar cobijo a un asesino. Y de esta forma habrán aprendido una valiosa
lección.
He conocido a una
mujer. Es hermosa, posee una pequeña fortuna y se ha enamorado de mí. Creo que
seremos felices juntos.
Hemos vivido cinco
años maravillosos pero el dinero se ha gastado, así que he tomado una decisión.
No quiero que ella se entristezca por no poder darme todo lo que hasta ahora me
había proporcionado y por lo tanto debo partir. Es lo mejor para ella y yo todavía
tengo mucho mundo por recorrer y mucha
gente que conocer.
Me alejo de allí
sin pensar en el pasado, sólo me importa lo que me queda por vivir. Sin
embargo, poco después de emprender el camino, me acomete un fuerte dolor.
Siento como si me clavaran un puñal en el pecho, como si el corazón se hiciera
pedazos, después… nada.
Abro los ojos y me
encuentro, nuevamente, en el sendero helado. ¡No puede ser! Esta vez he sido
generoso, he pensado en los demás. O quizá tenía yo razón y todo era un engaño,
otro tormento y aún más espantoso que los demás: hacerme experimentar de nuevo
la libertad, la alegría de vivir… para que el retorno al infierno sea peor, mil
veces peor.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti por escribir estos comentarios tan profundos. Siempre llegas al fondo de mis relatos entendiendo perfectamente lo que quiero transmitir y eso me encanta. Muchos besoss.
Eliminar