domingo, 26 de mayo de 2013

INFIERNO

 
Camino por un sendero helado, a cada paso que doy la piel de mis pies desnudos se queda pegada al hielo y he de rasgarla para continuar mi camino. Mi cuerpo, cubierto de harapos, tiembla con tanta violencia que parece como si todos los huesos se me fueran a quebrar.
          A pesar de todo sigo adelante hasta que el frío se convierte en calor sofocante y el camino, en ardiente polvo que abrasa las plantas peladas. Apenas consigo que un soplo de aire polvoriento penetre en mis pulmones, mientras el sudor chorrea por cada poro de mi piel. Tengo la lengua hinchada y una sed implacable me invade. No creo que pueda soportarlo, voy a sucumbir; pero no es así y continúo caminando hasta el siguiente recodo del camino.
          Aquí, está rodeado de zarzas y ortigas y el suelo, erizado de espinas que se me clavan en los pies y se quiebran dentro de la carne. Un dolor lacerante recorre mi cuerpo, pero debo seguir caminando por este sendero sin fin durante toda la eternidad. No hay marcha atrás, ni vale de nada el arrepentimiento en el infierno.
          Sin embargo, algo es distinto esta vez, distingo una silueta a lo lejos. Es un ángel sombrío que me hace señas para que me acerque. ¿Será otra trampa de este lugar terrible o quizá…
          El ángel me ofrece una segunda oportunidad si soy capaz de realizar un acto generoso y acepto al instante. No voy a cometer los mismos errores, esta vez seré un hombre completamente diferente al que fui.
          Abro los ojos y estoy de nuevo en la Tierra. Otra vez soy libre; ahora puedo ir a donde quiera, pisar la blanda hierba de los prados y aspirar su dulce fragancia. Me tumbo en la tierra para deleitarme contemplando ese cielo tan azul, pero un ruido me distrae. Se trata de un gatito herido y me acerco a él.
He tenido que matarlo para que no sufriera y he aprovechado su piel para hacerme un gorro porque al anochecer refrescará.
          En mi deambular he tropezado con una pequeña granja y sus dueños me han acogido amablemente. Después de cenar, se han ido a dormir y yo he cogido todo cuanto he encontrado de valor y me he marchado silenciosamente. Necesitaba esas cosas, sin embargo, he actuado así por su bien. No es bueno que sean tan confiados, pues la próxima vez podrían dar cobijo a un asesino. Y de esta forma habrán aprendido una valiosa lección.
          He conocido a una mujer. Es hermosa, posee una pequeña fortuna y se ha enamorado de mí. Creo que seremos felices juntos.
          Hemos vivido cinco años maravillosos pero el dinero se ha gastado, así que he tomado una decisión. No quiero que ella se entristezca por no poder darme todo lo que hasta ahora me había proporcionado y por lo tanto debo partir. Es lo mejor para ella y yo todavía tengo mucho  mundo por recorrer y mucha gente que conocer.
          Me alejo de allí sin pensar en el pasado, sólo me importa lo que me queda por vivir. Sin embargo, poco después de emprender el camino, me acomete un fuerte dolor. Siento como si me clavaran un puñal en el pecho, como si el corazón se hiciera pedazos, después… nada.
          Abro los ojos y me encuentro, nuevamente, en el sendero helado. ¡No puede ser! Esta vez he sido generoso, he pensado en los demás. O quizá tenía yo razón y todo era un engaño, otro tormento y aún más espantoso que los demás: hacerme experimentar de nuevo la libertad, la alegría de vivir… para que el retorno al infierno sea peor, mil veces peor.

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias a ti por escribir estos comentarios tan profundos. Siempre llegas al fondo de mis relatos entendiendo perfectamente lo que quiero transmitir y eso me encanta. Muchos besoss.

      Eliminar