viernes, 14 de septiembre de 2012

FLORES EN SHANIDAR



Tala está preocupada. Su pequeño no ha querido comer. Mira a Tamil, su poderoso compañero y abraza a su hijo con más fuerza contra su pecho. Él no debe saber que el niño está enfermo porque podría obligarla a abandonarlo en la desolada estepa. Hay que seguir a los animales en su migración y la debilidad de Arun entorpecería la larga marcha.
          Sin embargo, a Tala no le importa cargar su peso. Nadie se enterará porque ella es fuerte y dentro de un par de días, el niño volverá a comer.
          Tamil ha vuelto a ponerse de pie e indica al pequeño grupo que deben proseguir su camino. Apresuradamente, Tala se mete dos bayas en la boca y las mastica hasta convertirlas en una especie de puré; luego intenta introducirlo en la boca de Arun pero éste apenas consigue tragar una pequeña cantidad.
          Tala sigue a los demás con su hijo en brazos y se encoge de temor cuando Tamil la mira fijamente. Pero no dice nada a pesar de que todos los niños de la edad de Arun caminan solos. Tala se aleja de su compañero rápidamente y se coloca al lado de su amiga Rama.
          La noche se acerca y Tala está agotada. El viento es más fuerte y ha comenzado a nevar, el frío traspasa las gruesas pieles de oso que visten y nota los temblores de Arun contra su cuerpo. A pesar del cansancio, Tala comienza a frotar la espalda y los brazos del niño intentando hacerlo entrar en calor, rogando porque Tamil ordene pronto el fin de la jornada.
          Es completamente de noche cuando por fin , Tamil encuentra un lugar adecuado para descansar y Tala, casi desfallecida, se acurruca al amparo de un arbusto. Arun no ha dejado de temblar y su madre está a punto de echarse a llorar porque no tiene nada con que cubrirle. En las duras marchas no  pueden llevar más que lo imprescindible y ella tuvo que dejar atrás muchas cosas que ahora podrían ayudar a su hijo.
          Tala se inclina sobre el pequeño intentando protegerlo del viento y la nieve hasta que ve a Tamil dirigirse hacia ella. Entonces se incorpora desafiante. No dejará que le arrebate a su hijo, si ha de quedarse atrás, ella permanecerá a su lado. Sin embargo, Tamil se acerca con tranquilidad y se agacha a su lado sin decir nada, luego alarga la mano y acaricia el suave cabello de Arun. Sin decir nada todavía, saca una piel de zorro de su morral y se la entrega. Tala le mira interrogante. Y él responde que ha cazado al zorro por la mañana y ha estado limpiando la piel para su hijo. Tala sonríe y envuelve la cabecita y el cuello del pequeño con ella.
          Los días han pasado lentamente y Tala cada vez se siente más débil. El brazo que sostiene el peso de Arun está casi paralizado y un dolor ardiente le acomete cada vez que respira. Pero ella jamás abandonará a su hijo. Aunque tenga que arrastrarse le llevará con ella hasta el final del viaje.
          La nieve es espesa y los pies se hunden profundamente en ella, el esfuerzo por caminar es terrible y el peso de su hijo parece cada vez mayor. Varias veces ha estado a punto de caer pero ha conseguido recuperarse antes, sin embargo ahora las piernas apenas le responden y los espasmos de tos la hacen tambalearse.
          Unos fuertes brazos la rodean de pronto, y se encuentra cara a cara con Tamil. No puede disimular su debilidad. Ya no tiene fuerzas para sujetar a su hijo. Tamil la obligará a dejarlo solo sobre la nieve, a merced de los lobos que les siguen desde hace días. Su muerte será rápida...
          No. Tala no puede permitirlo. Luchará contra Tamil si es necesario. Arañará,  morderá , hará lo que sea por defender a su hijo. Hinca los dedos con todas sus fuerzas en las pieles que cubren a Arun. Nadie logrará arrancarlo de sus brazos.
          Tamil le acaricia la mejilla y luego intenta separar al niño de su madre. Tala grita llena de rabia y le sujeta con más fuerza, intenta morder el brazo de su compañero pero la gruesa piel que lo cubre se lo impide. Tamil le arrebata al niño de un  fuerte tirón, haciendo que Tala caiga al suelo.
          Luego, apoya al niño en su hombro y se aleja para colocarse de nuevo en el puesto de cabeza. Tala le mira asombrada, pero en seguida empieza a sonreír. Ahora sabe que Tamil , a pesar de ser el jefe del grupo y tener la obligación de velar por la seguridad de todos, ama a su hijo tanto como ella y hará lo que sea para que sobreviva.
          Lentamente se pone de pie y sigue a los demás con el corazón más ligero, porque la salvación del niño ya no depende sólo de ella.
          Esa noche cuando todos duermen, se acerca silenciosamente hasta el lugar donde descansan Tamil y Arun, y aunque está prohibido durante la marcha, requiere las atenciones de su compañero. Después, se abraza a él y con el pequeño Arun entre los dos, al fin consigue dormir plácidamente.
          La nieve ha quedado atrás y las rocas van dejando paso a las praderas. Tala está alegre. El sol empieza a calentar y ya no siente cansancio aunque lleva de nuevo al pequeño en sus brazos. La pradera está llena de flores amarillas y moradas y los árboles mecen sus hojas en la cálida brisa.
          Por fin han llegado a su destino. Ahora construirán sus casas de ramas y paja y los niños jugarán en el riachuelo que corre medio escondido entre los árboles. Tala apoya la cara de Arun contra su mejilla. Lo han conseguido, han llegado a su destino y aquí el niño recobrará sus fuerzas. Pero la cara de Arun está helada y no se mueve. Tala, llena de temor, mira al niño, le mueve,  le abre la boca intentando hacer que respire. Pero el niño está muerto. Tala no sabe cuando ha podido morir, está segura de que hace apenas un momento se ha movido, le acarició la cara con su manita. 
          Tala cae de rodillas apretando a su pequeño contra su pecho y comienza a llorar. No es posible. Después de resistir la lluvia, la nieve… Por qué ahora. Tamil se acerca y la abraza con fuerza. Ella le abraza a su vez porque sabe que él también le amaba. Y así permanecen durante mucho tiempo, negándose a aceptar la muerte de su hijo.
          Después de un largo rato, Tamil se levanta y se acerca a un enorme olmo y comienza a cavar la tierra con las manos. No utiliza ninguna de las herramientas que tan hábilmente fabrica. Sólo utiliza sus fuertes dedos para arrancar los terrones de la tierra negra y húmeda.
          Tarda mucho tiempo, pero al fin la tumba está preparada. Tamil se vuelve hacia su compañera y ésta deposita suavemente al niño en la tierra, luego le tapa con la piel del zorro que su padre cazó para él.
          Cuando Tamil se dispone a cubrir al pequeño, Tara le detiene y se aleja corriendo. Al regresar, lleva los brazos repletos de flores amarillas y moradas que extiende sobre el cuerpo de Arun. Mientras Tamil cubre la fosa de tierra, Tala le da la espalda, después vuelve a mirar. Un rayo de sol se filtra entre las hojas del olmo y se posa sobre la tumba de su hijo. Tala sonríe entonces, porque sabe que el espíritu de Arun ascenderá por ese rayo hasta el sol y allí la esperará hasta que le llegue el momento de reunirse con él.
* * * *
          Miles de años más tarde, los hombres del futuro se sorprenderán al encontrar flores en una tumba de neandertales, en Shanidar.


6 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Este hallazgo siempre me llamó mucho la atención porque fue a partir de ahí cuando se empezó a considerar que los neandertales no eran tan toscos y primitivos como se había creído hasta ese momento. Que era muy probable que ya tuvieran algún tipo de creencias en el más allá y en un espíritu o alma que sobrevivía a la muerte del cuerpo. Y eso los hace muy semejantes al Homo sapiens sapiens, por lo menos en mi opinión.
      Y es que a mí siempre me ha interesado muchísimo todo lo relacionado con los neandertales, y por lo que he visto a ti también. Ya veo que habías hecho tu propia historia con este hallazgo y me alegro de que coincida con la mía. Besoss.

      Eliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Billy, lo haré aunque sólo sea para ti. Besoss.

      Eliminar
  3. Hola, Minu.
    Soy una nulidad en prehistoria, por lo que no conocía la historia de la Cueva de Shanadir, gracias a Billy por el aporte.
    Mientras leía 'sentía' el amor infinito de esta madre y el consuelo que le da pensar que volverá a ver a su pequeño después de esta vida.
    No sé qué decir. Sólo puedo felicitarte por este hermosísimo relato.
    Gracias por compartirlo.
    Besos

    ResponderEliminar
  4. Hola, Ana. Es normal que no supieras lo de la cueva de Shanidar, hay que ser aficionada a la arqueología y la prehistoria para conocer ese hallazgo y todo lo que conlleva.
    Me alegro mucho de que te haya gustado aunque no supieras nada de la Cueva, eso me hace sentir muy bien porque he conseguido que el cuento vaya más allá de la simple especulación sobre el significado de ese yacimiento. Besoss.

    ResponderEliminar